BENDITOS



martes, mayo 10, 2005

O R I G E N E S

Un día durante el descanso después de la clase de taller grafico, me recargue sobre la ventana de un aula, era costumbre estar en el pasillo platicando o viendo pasar las morritas de administración o de otras carreras. Por algún motivo me llamo la atención lo que sucedía en el salón, todos estaban discutiendo acaloradamente sobre no se que tema de antropología o historia, que se yo, lo que me atrajo fue lo que hacia un joven sobre un pedazo de papel no convencional, de ese papel con el que hacen las bolsas para el pan... lo que hacia ese joven marco mi futuro como arquitecto y mi conciencia sobre el tema.

Les platico en confianza la idea preconcebida que yo tenia de la carrera de arquitectura en aquellos años de colores básicos: Elitista supongo, me había deslumbrado el brillo de la superficie del mar, los grandes edificios, los puentes monumentales, los magníficos centros comerciales, sin presentir a caso el abismo del océano.

Aquel día se desvelo una de las caras de ese concepto debatido que es la arquitectura. El joven garabateaba sobre el papel algo extraño, era una grupo de círculos y elipses que se intersectaban y perdían su forma, era una especie de racimo de uvas de diferentes tamaños. Iniciaba su trazo con una mueca de pintor francés, luego soltaba libremente su mano una y otra ves sobre el papel que poco a poco despertaba una imagen bella, libre y audaz; como maquillada con los gises pastel... la naturaleza.

No fue necesario preguntar de que se trataba aquella obra de arte, eran evidentes los accesos, la distribución interior del recibidor, estancia, cocina, recamaras, etc.…

Tiempo después busque al joven y le pedí me mostrara su proyecto, me mostró una fachada en una servilleta de papel de cocina... no me decepcionó, era lo que yo había supuesto.





Creo que ese semestre a pesar de ser de los primeros, creció mi persona bastante, encontré la otra cara de la escuela de arquitectura, esa cara filosófica, trascendente, esa que siempre debe regresar al origen para rehacerlo, reinventarlo... también conocí la otra cara que se esconde de la historia esa cara que esta tatuada en todos y cada uno de los edificios hasta nuestros días, es la cara del hombre escondida entre sus propias manos, manos con las que talló, pulió, lustró cada columna del Partenón, cada escalón de la pirámide del sol, cada vitral de notredame.